Roma reverencia a Nureyev
30/07/2013 Deja un comentario
“La única verdadera casa que conozco es el teatro”, dijo Rudolf Nureyev a la periodista Valeria Crippa una vez entre telón y telón; Crippa, que trabajó varios años junto al ruso, se ha encargado de la selección de las piezas. Desde principios de año, en muchos teatros de todo el mundo se ha conmemorado la fecha de su muerte, víctima del sida a la prematura edad de 53 años; tenía planes, dejaba de bailar, pero ya había hecho sus primeros pinitos para reciclarse en director de orquesta, su otra pasión. Hoy, ya en el siglo XXI, al artista camaleónico e intenso se le cita constantemente, sigue siendo una referencia viva y su mito no ha hecho más que crecer y afianzarse.
A los 20 años de la muerte de Nureyev, el mundo de la danza, de cierta manera, lo sigue llorando. En el anfiteatro al aire libre diseñado por Renzo Piano como parte del complejo del Parque de la Música de Roma, anteayer tuvo lugar una gran gala de ballet con una veintena de primeros bailarines venidos de muchos sitios para interpretar fragmentos de lo que él bailaba, de aquellos argumentos con los que electrizaba al público y con lo que alimentó en vida su leyenda. Más de 2.000 personas aplaudieron y se emocionaron con el baile en vivo y un refinado audiovisual retrospectivo. Se vieron los clásicos de siempre, pero también rarezas olvidadas, como el Don Juan de John Neumeier bailado por Silvia Azzoni y Oleksandr Riabko del Ballet de Hamburgo, una joya delicada que data de 1973, o un extracto de Lucifer, que le creara Martha Graham en 1975 y que bailó el italiano Maurizio Nardi, solista de la compañía norteamericana. La gala, con algunos ajustes espaciales, se repite hoy día 30 en el festival de Ravello, otro escenario italiano donde Nureyev bailó mucho. En Roma no faltará tampoco la Canción del compañero errante que Maurice Béjart creara en 1971 para Nureyev y Paolo Bortoluzzi sobre las piezas homónimas de Gustav Mahler. Esta vez lo bailan el colombiano Oscar Chacón (del Béjart Ballet Lausanne) y el alemán Friedmann Vogel (del Ballet de Stuttgart); el primero recrea al destino, personaje de Bortoluzzi y el segundo al estudiante romántico y atormentado (el papel de Nureyev). Si se cuenta que era vibrante ver a aquellos hombres enamorados bailar ese largo dúo de más de 15 minutos de duración, no lo fue menos esta encarnación contemporánea que, salvando las distancias, también tuvo su fuego y su juego trágico. (…)
El País | Roger Salas –LEER AQUI LA NOTICIA DE MUSICA / INTERNACIONAL
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