Inmortal Abbado
21/01/2014 Deja un comentario
Se veía venir, pero no por ello el impacto emocional es menor. El diálogo entre la vida y la muerte del gran director italiano Claudio Abbado había comenzado hace más de una década. En su etapa final al frente de la Filarmónica de Berlín dirigió en 2001 un Réquiem de Verdi, en el centenario de la muerte del compositor italiano, cuyas imágenes televisivas hablan por sí solas de las dificultades físicas que atravesaba entonces el director milanés. Un famoso crítico francés titulaba la reseña de esta interpretación con la frase -cito de memoria-: “Abbado interpreta su propio Réquiem”. Fuerte.
Pero Abbado se recuperó e inició una nueva aventura artística en Lucerna, gracias a una iniciativa del visionario Michael Haefliger, una década que no es exagerado calificar como “prodigiosa”. De entrada destacados músicos de todo el mundo se agruparon a su lado para formar una orquesta solidaria, sustentada por el mítico festival del corazón de Suiza. Se dejaban la piel los instrumentistas a su lado. Desde Sabine Meyer a un buen puñado de solistas españoles encabezados por el onubense Lucas Macías Navarro, oboista de la Concertgebouw de Ámsterdam. Comenzaron con la Segunda sinfonía Resurrección, de Mahler, como tentando a la suerte, y año a año levantaron el ciclo completo de las sinfonías del compositor de La canción de la tierra a excepción de la Octava. (…)
No es cuestión de dejarse embargar por la tristeza. Abbado nos ha ayudado a amar la música y a vivir la vida con otra intensidad. ¿Se acuerdan de su milagrosa versión de Rosamunda que regaló como propina en su último concierto en los ciclos de Ibermúsica en Madrid? Las últimas semanas la Orquesta Mozart, con la que vino, estaba encerrada en peligro de disolución inmediata por eliminación de ayudas económicas. No está Abbado, no interesa a los que detentan el poder sin escrúpulos de ningún tipo. En España también pertenecía al comité de honor del proyecto Tutto Verdi de Bilbao desde su comienzo. Una y otra vez su conversación se deslizaba hacia la primera versión de Simon Boccanegra. ¿No les decía que sigue vivo? Le escucho sobre su visión del arte y la cultura, pero también cuando me recomendaba con pasión en Potenza, en plena Basilicata italiana, donde impulsó el festival Gesualdo, las virtudes de los vinos Agliánico del Vulture. Desde entonces los bebo allá donde los encuentro. Son excelentes. Como era él. Allá donde estés, gracias por todo, amigo.
El País | Juan Ángel Vela del Campo –LEER AQUI LA NOTICIA DE MUSICA / INTERNACIONAL
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