Un punto plano

Algunas óperas resisten mal las versiones de concierto.

Se vio hace dos años, sobre el mismo escenario, The Fairy Queen en versión semiescenificada. Y asistimos allí a un buen surtido de los caprichos con que ciertos directores de escena revisten las óperas: un hada, por ejemplo, quedó convertida en dependienta sin venir a cuento, mientras que Febo -el Sol- apareció como empleado de banca. Este sábado, por el contrario –y también con una obra de Purcell-, se experimentó [en el Palau de la Música, Valencia] la otra cara de la moneda: ausencia total de escena en una ópera, como corresponde, por otra parte, a las llamadas “versiones de concierto”, King Arthur en este caso. Tratándose de una “semiópera”, las carencias se notaron aún más. Es este un género que incorpora elementos de las antiguas masques y combina el teatro hablado con el musical. El primero queda reservado a los personajes principales, mientras que el canto se destina a los secundarios, seres fantásticos o mitológicos en su mayoría. Para acabarlo de complicar, las partes con música instrumental o cantada se intercalaban, en el XVII, entre los actos de la obra de teatro hablada, teniendo con ellos una relación puramente alegórica y escasamente argumental. (…)

El País | Rosa Solà –LEER AQUI LA NOTICIA DE MUSICA / COMUNIDAD VALENCIANA

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Schoenberg y su alargada sombra en el siglo XXI

Charles Rosen recuerda en una biografía la polémica que rodeó al revolucionario compositor vienés.

No es un descubrimiento reciente, resulta decirlo casi una verdad de Perogrullo: la alargada sombra de Arnold Schoenberg en el siglo XXI está tan móvil y activa como hace medio siglo; sus ideas, su sonido inapelable y distintivo, su aparente aspereza (que hay quienes achacan, como cita Alex Ross, a que “sus padres no tenían ni un piano y que el dotado niño aprendió gran parte del repertorio clásico con una banda militar que tocaba en un café del Prater”) y las manifestaciones de un genio creativo que sigue inspirando. Los desafíos en que se debatía el intelecto de Shoenberg no se han aquietado, y esta monografía, de Charles Rosen que lleva por título su nombre en editorial Acantilado, lo explica desde los hechos más vitales, al más complejo desbroce musicológico. El compositor muere en 1951 pero su impronta se deja sentir hasta hoy en varias generaciones de compositores, un arco que va desde el postserialismo a la electrónica fundacional, y si hoy términos como atonalismo y dodecafonismo ya no son extraños se debe, entre otros, pero sobre todo, a Schoenberg (…)

El País | Roger Salas –LEER AQUI LA NOTICIA DE MUSICA / MADRID

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