15/09/2012
por amadeuslibreria
Intérpretes: Capilla de Música de la Catedral de Pamplona. Conjunto de metales. Julián Ayesa, órgano. Dirección: Aurelio Sagaseta. Programa: Vísperas solemnes en una catedral española: Gregoriano. M. Navarrus (s. XVI). J.S. Bach.
EL maestro de capilla de la Seo iruñesa ha tenido la feliz idea de ofrecer al distinguido público -musicalmente hablando- de este especial concierto, la celebración de unas Vísperas solemnes en la concatedral logroñesa. La música -protagonista del evento- está insertada, con muy buen criterio, en la ceremonia de esta hora de rezo vespertino, con el cabildo presidiendo. Los musicólogos, a menudo, utilizan términos de los oficios religiosos en sus estudios, por la ingente literatura musical dedicada al tema religioso. En este congreso, sin ir más lejos, junto a temas como la crítica musical, el mecenazgo, la música de entreguerras o la música y la propaganda política; no faltaron los referentes a la organología o a la música y el culto en el siglo XIX, por ejemplo, con algunos temas que nos son muy cercanos, como la ponencia de Miguel López Fernández sobre el Miserere de Eslava y los documentos del privilegio de Sevilla.
En este ambiente, pues, de culto, música y estudio, la Capilla de Pamplona ofreció un excelente recital no sólo de música -con M. Navarrus, maestro de capilla, a su vez, como protagonista-, sino de sentido de la ceremonia y de religiosidad, con un ajustado, tranquilo y solemne gregoriano intercalado entre la polifonía. Fue, quizás, la redondez y el vuelo de este ancestral canto, lo que más llamó la atención de los numerosos congresistas que asistieron al concierto. Don Aurelio supo dar con ese tempo que controla bien la acústica del espacio, que va con la lentitud de los movimientos el presbiterio, pero, a la vez, evita espacios muertos y vacíos de sonoridad y busca fluidez para atrapar al público.
Esa sonoridad, precisamente, fue otro de los valores fundamentales del concierto-ceremonia. La Capilla de Música -muy avezada en estos espacios- consigue sonoridad de catedral, totalmente distinta a la sonoridad de un auditorio o sala de conciertos. El gregoriano y la polifonía suenan llenos, ocupando la nave, con ese bello retroceso desde las alturas. Pero, a la vez, no resulta turbio ni confuso; hay claridad en la exposición, -en este caso, además, se amortiguó la reverberación al estar llena la nave-. La polifonía de Navarrus, se adensa, sí, con el entramado de las voces; pero el tutti final es claro y concluyente. Al ser la Virgen la titular de la concatedral, fueron protagonistas los cantos marianos: el Tota Pulchra es, el Magníficat y la Salve del músico navarro, junto a las pastes propias de las vísperas. Sin duda, la polifonía de nuestro renacentista Navarrus se consolida como de excelente calidad: la sucesiva intervención de las voces producen ese fraseo frondoso que enriquece el discurso, lo solemniza y va elevando el espíritu. La Salve, sin duda, es una de las obras cumbres del compositor. Queda muy bien el acompañamiento -discreto pero cimentador- del grupo de metales; y fue de extraordinaria belleza el adorno introducido por el organista en algunos acompañamientos, y, sobre todo, los comentarios del órgano a solo. Julián Ayesa -organista titular de la catedral de Pamplona- se hizo con el brillo del órgano de La Redonda, un instrumento muy a la medida del templo.
Como despedida, y con el cabildo en procesión de retirada, los músicos pamploneses finalizaron con la espectacular cantata 172 de J. S. Bach, ya con el público vuelto hacia el coro, al que premió con un cerrado aplauso.
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